LLUEVE SOBRE MOJADO, Y LO SABEMOS

Tribuna de opinión de Jose Navarro Pedreño, publicado en el Diario Información el 15 de septiembre de 2019

Llueve y es necesario. Pero ya sabemos que nunca llueve a gusto de todos. Pero como en tantas otras ocasiones, en unos meses serán solamente recuerdos y fotografías y seguiremos con lo mismo, haciendo las mismas cosas de la misma manera hasta la próxima inundación, riada, tormenta fuerte o fenómeno atmosférico que reciba nombre que lo califique como si de nuevo se tratara, aunque suena bonito DANA, no es nada agradable, obsérvese el baile de letras.
Empezaremos a buscar culpables, y saldrán muchos. El tema es complejo y no tiene una sola cara. Vayamos por partes. Este tipo de fenómenos nos recuerda que la parte meridional de la provincia de Alicante es zona de anegación, un magnífico cuaternario de sedimentos recientes y suelos jóvenes que pertenece al río Segura, compartido con el río Vinalopó, y con permiso de estos dos grandes, múltiples ramblas como la del río Nacimiento, Seco, Salada? Por algo nuestros ancestros se esmeraron en hacer una compleja red de drenaje en el Bajo Segura y Baix Vinalopó, con miles de canales, azarbetas y azarbes que, por cierto, nos empeñamos en reducir su eficacia a base de hormigón en sus paredes. Ya sabemos que estamos hablando de una zona con un nivel freático alto y tendencia a la inundación, con marjales y espacios lagunares interiores, que hemos intentado dominar. Junto a ello, cauces de ríos que a los que se les eliminan los meandros, se les pone en línea recta y como sucede en el Vinalopó, se encajan en cemento para que circulen rápido. Ya sabemos que velocidad implica riesgo.

Una vez dominada la zona, supuestamente dominada que va a ser que no, hacemos ocupación del territorio y en esa ocupación, durante años y no solamente los recientes, lo hemos usado sin acordarnos mucho de cuando llueve fuerte, perdiendo el recuerdo o sentido común más bien. Así, la estructura y ocupación del espacio es tal que casi todas las poblaciones tienen una calle que se llama «rambla» en nuestra provincia, y no será casualidad ese nombre. Tengamos pues otro culpable en la mala gestión del territorio, en su inadecuada ordenación.
Tenemos que sumar más. La orografía de la provincia es propicia para que se den este tipo de fenómenos, con una orla montañosa muy cercana a la costa en la parte norte y unas grandes llanuras aluviales conforme vamos hacia el sur. Vamos, que como se aprecia en Orihuela, la situación a los pies de esa magnífica sierra en forma de taza a medias ya nos dice algo, por no mencionar los pueblos acostados a las faldas de la Sierra de Callosa. En la parte septentrional, muchos ríos cortos y ramblas, ya se sabe que cuando el río Gorgos lleva mucha agua por Gata, es que haya llovido bien.
Sí, no quiero olvidarme de otro culpable, el cambio climático. Es nuestro mantra de cada día y probablemente según todos los modelos que manejamos, el culpable de que cada vez puedan ser más recurrentes estos fenómenos meteorológicos, que dejen de ser extraños y su frecuencia de aparición se acorte en el tiempo. Es complejo vaticinar cuándo volverá a suceder, pero a lo mejor no tendremos que esperar treinta años y se produzca antes. Con este temporal ya tenemos un dato más para cargar en los modelos matemáticos y pensar cuando puede ser el siguiente. Aunque predecir en meteorología sigue siendo complicado, pero se ha avanzado mucho, más allá de las cabañuelas?
Al final, las consecuencias económicas serán cuantiosas, no me atrevo a valorarlas, pero sin duda no entrará en esa valoración la erosión y pérdida de suelos. En principio al agua, lo del color chocolate como que no es lo suyo, salvo que vaya arrastrando sedimentos y suelos como antaño, como siempre, tras estas fuertes precipitaciones y los procesos erosivos ocasionados. Pero los miles de toneladas de suelos fértiles perdidos, los problemas que provoca en la costa cuando el agua cargada de suelos, sedimentos y todas nuestras inmundicias llega, eso no tiene precio y lo sabemos. Tardará en recuperarse el medio, lo hará, pero no será el mismo, habrá cambiado tanto la línea de costa, como la profundidad, como el espesor de suelos de las huertas, y la morfología del medio, además de la calidad y composición de las aguas y los suelos.
Es verdad que algo de agua recogeremos, pero poca comparado con la que podíamos haber recogido con mejores sistemas. En primer lugar, pensando en los embalses, entrará agua, pero también muchos sedimentos que ayudarán a que reduzca su capacidad de almacenamiento, camino de su inutilización salvo costosos gastos en dragado de pantanos. En los acuíferos, algo entrará y confiamos que así sea, pero menos de lo deseable y también en los lugares costeros cuyos acuíferos suelen ser de peor calidad. Tenemos mucho suelo sellado, cementado, hormigonado y con costras de labor por la maquinaria agrícola, que dificultan la infiltración y favorecen la escorrentía. No hay más que ver que como se han anegado los campos. No hay infiltración ni velocidad de infiltración suficiente por una mala gestión de los suelos, comprenderán porqué los edafólogos insistimos tanto, se desconoce el suelo que pisamos, el que nos permite vivir y cultivar, lo maltratamos y no lo manejamos correctamente.
Dentro de este panorama, volveremos a profundizar en aplicar las mismas soluciones, aplicar toda nuestra sabia tecnología y trataremos de dominar a base de cemento y hormigón a la naturaleza, en lugar de aliarnos con ella. Deberíamos buscar soluciones basadas en la tecnología, pero leyendo el medio ambiente, que no es ajeno a esta. Se hace necesario aplicar los principios básicos de las Ciencias Ambientales: favorecer los servicios ecosistémicos, promover el uso adecuado de los recursos, buscar la sostenibilidad en nuestras acciones y aplicar criterios racionales de consumo y ocupación del espacio. Quizás, si los cauces fueran adecuados, con vegetación de ribera y suelos permeables, con huertas en las que la suela de labor no dificultara o impidiera la infiltración, con mejor gestión del espacio montañoso y su cubierta vegetal, con la protección del suelo, con una ordenación del territorio ajustada al medio y no al revés, las cosas hubieran ido algo mejor.
Una vez más tenemos consecuencias de las que deberíamos aprender lecciones, pero si pensamos en las actuaciones y precedentes, poco o nada aprenderemos. Imagino que, al albur del cambio climático, o cambiamos nuestra forma de actuar o seguiremos haciendo lo mismo, eso sí, con nuevas tecnologías. Recuerdan, ya no hay que levantarse para cambiar de canal en el televisor, tenemos mando a distancia y además ahora son finitos, sin ese culo «catódico» tan enorme, pero seguimos viendo la televisión. ¿Dónde está el cambio?

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