AGUA Y TRASVASE, ALGUNOS APUNTES INCÓMODOS

Río Segura en Guardamar (S. Arroyo)

Durante estas últimas semanas estamos asistiendo a un reforzamiento de los postulados de la vieja cultura del agua por parte de distintas entidades, instituciones y formaciones políticas en nuestra provincia. El retorno de la vieja consigna de “Agua para todos” y ahora con el añadido de “para siempre”. Mediante esta tribuna, algunos de los principales colectivos ecologistas alicantinos queremos mostrar nuestra perplejidad por el abandono progresivo de los postulados de la nueva cultura del agua, en las antípodas de las posiciones trasvasistas que, de forma incomprensible, parecen vivir un resurgimiento a cuenta de lo que pueda ocurrir en el futuro con el trasvase Tajo-Segura.

Con estas líneas queremos rebatir tópicos y falacias hídricas que pretenden, a fuerza de repetirse una y otra vez, calar en la ciudadanía. El trasvase Tajo-Segura y la figura de Manuel Lorenzo Pardo se quieren elevar a los altares de la sostenibilidad cuando nada tienen que ver con ella. El Tajo-Segura fue el origen del proceso de deterioro de la huerta tradicional de la Vega Baja, del río Segura y de los humedales ligados a su tramo final, como El Hondo, así como de espacios de interés natural como Sierra Escalona y la Dehesa de Campoamor.

En el primer caso, el río terminó convertido a partir del azud de Ojós, a donde llegan mezcladas las aguas del Segura y del trasvase, en un simple canal al que verter aguas residuales más o menos depuradas (sin depuración al principio, ahora algo más depuradas), mientras las aguas del río se derivaban hacia nuevos regadíos, agua que se robó al regadío tradicional y a su red de acequias y azarbes, como bien saben los regantes de toda la vida. Y agua que se robó también a los humedales que dependen de esa red de azarbes y acequias y del propio río, como El Hondo, el Hondo de Amorós o la propia desembocadura del Segura. Fue llegar el trasvase y ver cómo cada vez circulaba menos agua y cada vez de peor calidad por el río y su red de azarbes y acequias, o ver cómo el agua de El Hondo, que prácticamente se podía beber, empeoraba de forma inaceptable su calidad. La huerta tradicional no era un desierto antes de la llegada del trasvase, estaba más viva que nunca, fue el trasvase el que generó una dinámica que amenazaba con convertirla en un desierto.

Huerta Tradicional en Granja de Rocamora (S. Arroyo)

En el segundo caso, el agua del trasvase fue la gasolina para incendiar el territorio de Escalona y la Dehesa de Campoamor, así como de buena parte de la Vega Baja, con cientos de urbanizaciones turísticas, algunas con campo de golf incluido, e innumerables roturaciones de terrenos forestales y de antiguos cultivos de secano para crear nuevos regadíos, muchos de ellos ilegales, acentuando los procesos de erosión y desertificación del territorio. Unas roturaciones pensadas para que, con el paso del tiempo, los nuevos regadíos cedieran el paso a un cultivo mucho más rentable, el de viviendas turísticas, que también necesita agua. El trasvase fue una pieza esencial en el desarrollo de ese sector agro-inmobiliario que tanto daño ha hecho al espacio de Sierra Escalona y Dehesa de Campoamor, cuyo territorio aún bien conservado sigue sin declararse como Parque Natural pese a haber transcurrido ya más de dos décadas desde que se solicitó a la Generalitat. Agua trasvasada que también alentó el cerco urbanístico que han sufrido otros espacios naturales protegidos, como los Parques Naturales de las Lagunas de La Mata y Torrevieja y de las Salinas de Santa Pola.

Sirvan los dos ejemplos que hemos comentado como botones de muestra de lo que supuso el trasvase para dos de los principales activos territoriales de la provincia, la huerta tradicional de la Vega Baja y Sierra Escalona.

Respecto a la figura de Lorenzo Pardo, hay que situarla en su época, primeras décadas del siglo XX, cuando la ecología y la sostenibilidad no tenían ninguna incidencia en el discurso público y cuando los límites biofísicos de los proyectos de nuevas infraestructuras no se percibían con la claridad de hoy. Su discurso no puede trasladarse al siglo XXI como si nada hubiera pasado un siglo después, cambio climático incluido. La idea de conectar entre sí todas las cuencas hidrográficas de España no tiene ningún futuro, pese a quien pese, tanto porque es contraria a la directiva marco europea de agua (Bruselas ya paró el trasvase del Ebro por ese motivo) como porque atenta contra la adecuada conservación de los ecosistemas naturales y espacios agrícolas tradicionales que dependen del agua, ya sean ríos, humedales o huertas seculares. Y porque la realidad del cambio climático hace inviable esa idea, guste o no.

Urbanización del Raso, las últimas casas construidas, ya sobre el perímetro de protección del parque natural

Trasvases como el Tajo-Segura o el Júcar-Vinalopó tienen fecha de caducidad, aunque evidentemente no puedan revertirse de un día para otro, pero es inevitable y urgente la transición de la vieja cultura del agua a una nueva cultura que prime la reutilización, el ahorro y la ocupación racional del territorio junto al uso de nuevos recursos como el agua desalada, cuya factura energética e impacto climático pueden rebajarse mediante el uso de energías renovables adecuadamente implantadas en el territorio.

Y puede apostarse, para rebajar aún más el coste del recurso para la agricultura, por mezclar el agua desalada y el agua residual depurada, que se sigue vertiendo de forma masiva al mar a día de hoy en nuestras comarcas (en torno a 15 hectómetros cúbicos al año solo en la ciudad de Alicante, un vertido que además deteriora de forma inaceptable el espacio marino protegido, LIC y ZEPA, de Tabarca y mantiene la bahía de Alicante en mal estado ecológico de sus aguas), tal y como hemos planteado algunos de los colectivos firmantes de esta tribuna en las alegaciones que presentamos a los esquemas de temas importantes de los planes de cuenca del Segura y del Júcar.

Sabemos de la incomodidad de estas líneas para muchos sectores económicos, entidades, instituciones y lobbies de la provincia, pero creemos imprescindible salir con ellas al debate público sobre el agua, un debate del que parece que se quiera excluir a los grupos ecologistas al no tener ningún representante en la mesa provincial del agua de la Diputación de Alicante. Seguramente no interesa nuestra voz al apartarse de la “corrección” que supone el discurso de que el trasvase es irrenunciable.

Nos gustaría que se hablara más en nuestra provincia del caudal ecológico de los ríos Segura y Vinalopó o de la adecuada conservación de los humedales que dependen de ambos ríos, que del caudal ecológico del Tajo; de la prioridad del regadío tradicional sobre los nuevos regadíos que de las aguas del Tajo que sirven para mantener esos nuevos regadíos sin que el regadío tradicional vea una sola gota de esas aguas (la imagen de los tubos del trasvase cruzando la huerta tradicional de Orihuela en busca del embalse de La Pedrera es más que elocuente); o del robo del agua y de los regadíos ilegales que no deberían consolidarse para así liberar recursos para el regadío tradicional, así como de la depuración y reutilización del agua que vierten las dos depuradoras de Alicante, que de las aguas depuradas del área metropolitana de Madrid o de las aguas del Tajo que de forma natural atraviesan Portugal para llegar a su desembocadura en el Atlántico.

En definitiva, nos gustaría que se hablara más de una nueva cultura del agua en Alicante para afrontar, de forma sostenible y respetuosa con los ecosistemas naturales y los sistemas agrícolas tradicionales, los retos que plantea el cambio climático en nuestro territorio.

Columna de opinión publicada en el diario Información y  firmada por  Miguel Ángel Pavón García, presidente de Amig@s de Sierra Escalona (ASE); Sergio Arroyo Morcillo, presidente de Amigos de los Humedales del Sur de Alicante (AHSA); Carlos Arribas Ugarte, portavoz de Ecologistas en Acción; Carmen Sánchez Brufal, vicepresidenta de Democracia en Verde; y Francisco Martínez Sánchez, presidente de Segura Transparente Vega Baja.

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