El último sábado de abril organizamos una salida al complejo lagunar de Pétrola – Corral Rubio, tras varias semanas con bastantes jornadas de lluvia o viento, el día se presentó tranquilo y soleado. A primera hora de la mañana iniciamos nuestro recorrido repasando las amplias extensiones de cereales del entorno de la antigua estación de Bonete. Aunque el cereal estaba ya bastante alto, pudimos ver varios machos de avutarda en los sectores que se mantienen en barbecho, mientras nos sobrevuela un grupo de 9 gangas, que nos avisa de su presencia con el característico reclamo que le da nombre a la especie. La búsqueda de sisones no da frutos. Trigueros, alondras y calandrias, éstas últimas más abundantes, cantan y vuelan sobre los trigales. En la lejanía un ratonero descansa posado sobre las ruinas de una casa.
El sol empieza a calentar, las avutardas se retiran a las zonas resguardadas del cereal y nosotros nos dirigimos a El Bachiller a probar suerte en esa zona con las esteparias. Las persistentes lluvias han creado una laguna, en cuyas orillas descansan azulones, tarros y algún ánade friso, además de algunas cigüeñuelas que picotean por los terrenos encharcados y dos avefrías que hace acrobacias aéreas mientras emiten su peculiar reclamo. Vemos alguna avutarda lejana que asoma su cabeza entre las espigas mientras camina, como si fuera una nave que navegara en un mar verde. Más gangas pasan volando, en esta ocasión una sola pareja. Allí vemos las primeras y abundantes pagazas piconegras que picotean en vuelo los campos. En el horizonte varios aguiluchos laguneros que nidifican en charcas cercanas vuelan incansables, sobre nosotros una pareja de alcotanes que vuela junta y nos permite disfrutar de su presencia, también aparece en los cielos un milano negro que vuela alto. Y volando, volando, vemos también una avutarda que atraviesa los campos en dirección a Bonete.
En Corral Rubio y camino de Pétrola sucesión de lagunas donde menudean flamencos, cigüeñuelas, fochas, azulones, patos colorados, tarros blancos y ánades frisos, éstos últimos casi la especie más abundante, con sus correspondientes parejas de laguneros en muchas de estas charcas. También alguna escasa pareja – trío de pato cuchara que vuela en pos de la hembra y algún que otro fumarel cariblanco.
Llegamos a la gran laguna de Pétrola a la hora de comer, lo que hacemos en el altillo que preside la laguna, donde despachamos nuestros respectivos almuerzos mientras disfrutamos de las vistas. Abajo en la laguna, en una de las islas que el nivel del agua ha formado, un compacto grupo de flamenco de alrededor de 200 individuos con algunos aponados parecen iniciar la colonia reproductora. Una ruidosa multitud de gaviotas reidoras también se han instalado en la isla. Las visitas de algún lagunero al entorno de la isla levanta una tremenda barahúnda. Grupos de pagazas piconegras vuelan sobre las orillas de la laguna y alguna ánatida perdida, un par de avocetas, un solitario morito, en general bastante pobre, más allá de los abundantes flamencos y reidoras.
Nuestra siguiente parada es la charca del Saladar, en la Higuera, que ofrece un magnífico aspecto, buenos niveles de agua y centenares de aves acuáticas, muchas fochas comunes, zampullines chicos y cuellinegros, porrones comunes, patos colorados, tarros blancos, azulones, ánades frisos, fumareles cariblancos y un bonito grupo de al menos 10 malvasías. Carriceros comunes y tordales cantan en los juncales cercanos.
El punto final de la excursión lo ponemos en la laguna del Salobrejo, que presenta un aspecto imponente, extendiéndose a ambos lados de la línea del AVE, con una verdadera multitud de aves. Llama la atención los más de 70 fumareles cariblancos que vuelan y se posan en los juncos y orillas, entre ellos 1 o 2 fumareles comunes. Un grupo de al menos 13 malvasías cabeciblancas y buen número de zampullines cuellinegros. Un solitario archibebe común picotea en los prados inundados de las orillas, el único ejemplar de limícola migrante que hemos observado en la jornada y un milano negro sobrevuela la charca vigilado por algunas gaviotas reidoras.
Texto y fotografías de Sergio Arroyo Morcillo