El pasado mes de enero, AHSA presentó un escrito ante la Consellería de Transición Ecológica pidiendo la ampliación de la superficie inundada en el saladar de Agua Amarga. La constante extracción de agua por parte de la planta desalinizadora, a través de una batería de pozos horadados en la línea de costa, impide desde hace casi dos décadas que se mantenga una lámina de agua en este humedal. Una vez más ha sido ignorada la enésima petición de AHSA para que se apliquen las medidas correctoras contempladas en la Declaración de Impacto Ambiental (DIA) de la ampliación de la desaladora de Alicante, que contempla la inundación permanente del Saladar de Agua Amarga. En una notificación remitida por la Dirección General del Medio Natural, se adjunta copia del denominado plan de riegos, donde se contempla la inundación temporal de cerca del 5% de la superficie protegida por el Catálogo de Zonas Húmedas de la Comunitat Valenciana y en el que se especifica que con el mismo se pretende conservar la flora del humedal pero evitar la presencia de aves acuáticas en el mismo.
Desde 2010 las presiones de AENA sobre las administraciones autonómica y estatal, invocando los riesgos para el tráfico aéreo que supondría la inundación del Saladar de Agua Amarga, bloquea permanentemente las acciones contempladas para la restauración ambiental de este humedal. No ya solamente las contempladas en la mencionada DIA de la ampliación de la desaladora, también las medidas incluidas en el proyecto de restauración incluido en el decreto de aprobación del deslinde del Dominio Público Marítimo – Terrestre del Saladar, que debería haber realizado el Servicio Provincial de Costas de Alicante, han quedado aparcadas indefinidamente.
En estos últimos meses, con la polémica suscitada por la oposición social a la ampliación del aeropuerto del Prat en Barcelona, por la destrucción de una zona húmeda que forma parte del delta del Llobregat, la situación de degradación del saladar de Agua Amarga cobra sentido. La encarnizada oposición de AENA a la restauración ambiental de Agua Amarga, no se basa en el peligro de un aumento en la frecuencia de impactos de aves, si no en el objetivo de evitar que se consolide un importante espacio natural, donde tendrían muchas dificultades para construir la prevista segunda pista, proyecto incluido en el Plan Director del Aeropuerto de Alicante, que afecta de lleno a buena parte de la superficie del humedal.
En el caso del aeropuerto del Prat, al igual que otros en el resto del mundo, se encuentra construido sobre una zona húmeda, el delta del Llobregat, un espacio natural sumamente antropizado, situado a poca distancia de la ciudad de Barcelona, donde fueron protegidas en 1987, cerca de 300 ha (más o menos la misma superficie que Agua Amarga) de algunos humedales adyacentes al aeropuerto, a través de su declaración como reserva natural. Desde entonces, se han realizado diferentes proyectos de restauración ambiental y en la actualidad constituye una de los principales humedales de Catalunya, donde nidifican, invernan o recalan durante sus migraciones, miles de aves acuáticas, sin que la seguridad del tráfico aéreo se haya visto comprometida. La imbricación del aeropuerto del Prat con las zonas húmedas es total, donde una de sus pistas, está literalmente flanqueada al norte y al sur por sendos humedales, sobre el situado al norte, la laguna de la Ricarda, la Generalitat de Catalunya y el Gobierno español pretendían ampliar el aeropuerto, proyecto finalmente desechado por la importante oposición surgida.
Desafortunadamente la situación ha sido y es muy distinta en Alicante, en la década de los 90, cuando en Catalunya se protegían los restos del delta del Llobregat, en la costa del Saladar de Agua Amarga se levantaban los espantosos bloques de apartamentos de Urbanova. Hasta 2002 no es protegido, a través de su inclusión en el Catálogo de Zonas Húmedas, casi coincidiendo con la puesta en marcha de la planta desalinizadora, que comienza en 2003 la constante succión de sus recursos hídricos y el inicio de su degradación.
En unos momentos en el que el deterioro del planeta exige transformar el modelo económico global, el transporte aéreo, responsable de la emisión de una importante cantidad de gases de efecto invernadero, debe de ser redimensionado, evitando la construcción de nuevas infraestructuras que además afectan a humedales, ecosistemas primordiales en la lucha contra las consecuencias del cambio climático.