El sábado pasado organizamos la enésima excursión de AHSA a las salinas de San Pedro. La mañana, con grandes nubarrones y viento de noroeste, era más bien fresca y puede que influyera en que al final solamente 9 personas nos encontráramos en el aparcamiento del Centro de Información del P.N. de La Mata-Torrevieja.
El recorrido de la mota entre Lo Pagan y las Encañizadas, nos ofreció las primeras observaciones de limícolas, normalmente confiados por estar habituadas al paso continuo de gente que por lo general no les hace el más mínimo caso. Un ejemplar de archibebe claro y otro de archibebe oscuro, inauguraron la lista de especies, continuando los habituales flamencos, zampullines cuellinegros, gaviotas picofinas y gaviotas patiamarillas ya metidos en los charcones salineros.
El viento de poniente arrastraba hasta las orillas de la mota cantidades ingentes de artemia salina, que eran picoteadas vorazmente por correlimos comunes, menudos y tridáctilos, más metódicos y pausados, los chorlitejos patinegros y grandes se unían a éstos en el festín.
En las Encañizadas el nivel de agua era más alto de lo habitual a causa del temporal que azotaba la costa, lo que sin duda influyó en que no hubiera demasiados limícolas en esta zona, aunque un repaso más exhaustivo con los telescopios nos deparó algunas agradables sorpresas, como un grupo de unas quince espátulas que descansaba en una isleta de saladar a resguardo del viento, un pequeño grupo de media docena de ánades rabudos y un par de docenas de charranes patinegros que descansaban en unos postes.
Tras comer sentados en un murete de la playa de Lo Pagan, nos dirigimos al cabo de Palos, donde nos aguardaba su imponente estampa, más propia de costas atlánticas que del plácido Mediterráneo al que estamos acostumbrados, acrecentada aún más por el intenso oleaje que cubría los escollos e islotes del entorno del Cabo.
Frente al cabo pudimos observar los lances pesqueros de varios alcatraces, observando ejemplares de diferentes edades, además un par de pardelas cenicientas y una pardela balear, además de las habituales patiamarillas que volaban junto al Cabo. Aunque la tarde fue un poco pobre, ornitológicamente hablando, compensó sobradamente el espectáculo del mar embravecido.
Texto y fotos Sergio Arroyo Morcillo