El pasado 25 de octubre durante una jornada de censo en El Hondo en compañía de Marcos Ferrández y Paco Botella, pudimos observar un joven de águila perdicera que portaba un transmisor en el dorso, pudimos hacerle alguna foto y con ello percatarnos de que además portaba una anilla violeta en la pata izquierda, aunque no se le podía distinguir ningún código.
Las indagaciones sobre el origen de este ejemplar dieron su fruto, al parecer se trata de un ave anillada esta primavera entre Narbonne y Perpignan. Nos informan que este proyecto que lleva a cabo la ONG Conservatoire d’espaces naturels Provence-Alpes-Côte d’Azur (CEN-PACA) mantiene marcados con emisor 14 individuos, de los cuales a dos se les ha perdido la señal, sin que en la fecha señalada ninguno de los ejemplares que continúan emitiendo la señal, estuviera por la zona de Alicante. De los dos ejemplares «desaparecidos», uno portaba la anilla de color en el tarso izquierdo y otro en el tarso derecho, por lo que se puede saber con bastante certeza cual es el ejemplar que anda por aquí.
Una buena noticia para los investigadores de este proyecto y para nosotros también. El águila perdicera en Francia mantiene una población de unas 30 pp, y como en España se encuentra en una situación muy precaria, de hecho uno de los jóvenes marcados el año pasado murió electrocutado cerca de Toledo. Imagen de abajo.
Destaca la querencia que tienen las perdiceras francesas por las zonas húmedas como área de dispersión. En las siguiente imagen cartografía con la señal emitida por varios ejemplares en la región de Bouches du Rhône, concentrándose en La Camarga, desembocadura del Ródano.
Anteriormente ya fue observado un ejemplar de águila perdicera anillado, esa vez si pudo leer la anilla y hacerle una fotografía nuestro compañero Jacobo Ramos. Se trataba de un ex. anillado en Tarragona.
Por último, destacar el aumento de la invernada de águila perdicera en El Hondo y su entorno, coincidiendo con el aumento de la población de conejos en el sur de Alicante, esperamos que les guste y sigan viniendo todos los inviernos.
Texto y fotos: Sergio Arroyo